sábado, 3 de mayo de 2008

Vivo para contarlo (Georgia 03-05-2008)

...y lo puedo contar porque estoy vivo. Y además con casi ningún rasguño. La pobre Kogadonga no puede decir lo mismo. Fractura de la parrilla trasera, alguna alforja un poco tuerta y esperemos que no haya sufrido un derrame en el cuadro. Ver venir un coche por el arcén en dirección contraria no es algo que me pille de sorpresa.

Pero ver venir, o mejor dicho, no ver venir al segundo coche tras el primero ya es algo menos habitual. Para evitar al primer kamikaze me salí a la vía principal. Tenía dos carriles en mi sentido y no venía ningún coche. Pero el estúpido (imbécil?.) del segundo conductor al ver que el primero frenaba un poco no se le ocurrió otra cosa que adelantarlo invadiendo la vía principal: justo a donde yo había tenido que huir por culpa del primer kamikaze. Tuve el tiempo y la intuición suficiente para poner la bici de lado. La alforja trasera derecha se llevó todo el golpe, efectuando de airbag. La parrilla acabo hecha un ocho y yo rodando por los suelos con la fortuna de que no venía ningún coche por el segundo carril. Quizá la mayor rabia es recordar cómo el conductor del primer vehículo se dio a la fuga, y como el que me llevó por delante lo intentó. Pero al ver que sacaba mi cámara de fotos para fotografiar su matrícula se detuvo.

No quería llamar a la policía y quería pagarme los daños aunque no tenía dinero. La policía a la que avisé yo tardó una hora en llegar desde la ciudad que estaba a 10 kms. En todo el día no fueron capaces de terminar el informe. Me lo entregaron al día siguiente a las 12:30 a.m. La Embajada de España a la que llamé para solicitar información tardó 3 horas en ponerse en contacto conmigo. Por teléfono trataron de ayudarme lo más posible. Gracias a dos soldados Ouzman y Mustafa que cumplen su servicio militar obligatorio y que hablan un poco de inglés pude entenderme con la policía, el hospital, el seguro, el herrero, el sastre y el de la cabina de teléfonos.

Es increíble que ninguno de los capitanes, comandantes y toda la jerarquía de postín de la Gendarmería de Ardesen, una villa de cierta importancia, no hablen una sola palabra de inglés. La hospitalidad recibida con motivo de este accidente que me ha gastado una vida, ha sido muy diversa. Como la que he encontrado a menudo en Turquía. Tan pronto se ponen a comer delante de ti sin preguntarte si tienes hambre, como te arreglan la chaqueta sin cobrarte. En general a la gente aquí no le gusta el turista. Puedo decir que hasta lo desprecian. Ni en una situación de verdadera necesidad se muestran cariñosos o atentos. Y digo bien, en general. Son rudos, hoscos, y guardan sus comentarios para cuando te das la vuelta. Su interés es básicamente cuanto cuesta tu bici, tu cámara, tu ordenador?, pero no donde vas a dormir hoy.

Turquía me ha dado muy buenos momentos. Muy buenos. Y lamentablemente algunos muy malos. Este ha sido uno de ellos. Con la bici recién reparada en Estambul hace menos de un mes, verla tirada en medio de la ruta, no es la mejor imagen para mis sueños. Me duele, me parece injusto que ocurra tan pronto, que no haya podido disfrutar de ella un poco más. Pero puedo seguir. Puedo continuar mi camino porque abandonar no es una palabra que exista ya en mi diccionario. Siempre para adelante, aunque haya conductores estúpidos, aunque no consiga contactos para hacer mis espectáculos, aunque obtener visados sea complicado, aunque ser español en el extranjero no desgrave en la declaración de la Renta, sólo hay un camino y por ese camino ha de discurrir mi bicicleta.

Desde la ruta en Georgia, Paz y Bien, día 1263 el biciclown