jueves, 21 de agosto de 2008

Razones para la apatia (Kyrgigistan 21-08-2008)


Es más difícil encontrar Internet en Kyrgigistan que en muchos países de África. En general, es bastante difícil encontrar ciertos productos en este país. Como leche, aceite de oliva, pan fresco o sonrisas. Nadie sabe cuando fue la última vez que se vió a los kyrgyz sonreír. Dicen algunos, los más viejos, que coincidió con la época en que la URSS era un imperio: unido y no desmembrado. A diferencia de hoy en día que la URSS ataca a quienes no hace mucho eran sus hermanos: los georgianos. ¿Qué sentirán esos viejos hombres que habitan en humildes habitaciones de Tiblisi al ver a las tropas rusas recorrer la ciudad atacando a sus vecinos?. Posiblemente esos viejos hombres lucharon en la Segunda Guerra Mundial del lado ruso y ahora son atacados por los nietos de sus compañeros. Lo que ocurre estos días en Georgia es, entre otras cosas, una razón más para no perder un minuto en hacer las maletas y salir a recorrer el Mundo. Antes de que este sólo pueda ser contemplado en documentales o rememorado en enciclopedias.

Pero lo que es fácil encontrar en Kyrgigistan es vodka. Una botella de casi un litro menos de un euro. Los comercios son enormes para la escasa oferta de productos que contienen. Casi todos tienen lo mismo y carecen de lo mismo. Pero el vodka es el rey de las estanterías. Habitualmente encuentras quince marcas de vodka, cinco de cervezas y una de galletas.
Ni hablando un poco ruso consigue uno romper el silencio de los locales. No se puede decir que te miren indiferentes. Más bien con cierto desprecio, apatía?.., es como si les molestara que entraras en la tienda a preguntar cuánto cuesta un kilo de tomates. Sus ojos están secos, y su mirada difícilmente alcanza la tuya. Se queda colgada a mitad de camino y se precipita a tus pies. Sin llegar a ser hostiles con el turista son más bien como un chorro de agua fría en un buen caldo casero. No añade nada más bien al contrario agua las comidas privándoles de sabor.
Nunca imaginé que aquél accidente en Turquía, sin consecuencias para mí, iba a ser tan perjudicial para Kogadonga. A pesar de haberle cambiado la rueda y el portabultos en Taschkent gracias a los repuestos enviados por Bike-tech, sigo con dificultades. La causa parece ser que el cuadro quedó, un poco, doblado. Pero lo suficiente para que se resiente con los casi 85 kilos de peso. Mi moral anda contagiada del espíritu de este país, añorando aquéllos tiempos africanos en que no había sonidos extraños en mi bici y la sonrisa era el producto que más fácilmente se encontraba en los mercados a cambio de nada.
Mas a fuerza de empujar mi bici hasta los dos mil metros, a fuerza de pasar hambre, sed, a fuerza de apurar los límites de mi paciencia, voy avanzando metro a metro por este país con la certeza de que llegaran tiempos mejores. Asi voy rumbo a Bishkek, la capital, donde espero retocar un poco a Kogadonga y dejarla lista para enfrentarse a la subida a Issik Kul. El segundo lago más alto del mundo. Tras el Titicaca en Bolivia. Sus aguas claras permiten una visibilidad de cuarenta metros, y merced a su interior actividad termica, y a las aguas de lluvia que recibe sus aguas nunca se hielan a pesar de estar a tanta altura. Volveré a probar el Kumys (leche fermentada de vaca) y a compartir un espacio bajo las estrellas con los pastores que suben en verano al lago a disfrutar también de El Paraíso.
Avanzo, como diría Rosales, como la hormiga testaruda lleva su carga tronco arriba, con la prudencia de caballo de cartón en el baño. Como si llevara largo tiempo remontando un pedrero en el que doy tres pasos y desciendo dos.
Desde Bishkek, día 1372, Paz y Bien, álvaro neil el biciclown.
P.D Enhorabuena a Samuel Sánchez por su oro olímpico. Confío que siga en forma el día que yo regresa y se una al pelotón de amigos al igual que lo hizo el día de mi partida el diecinueve de noviembre de dos mil cuatro. Pero sigue debiéndome la promesa que me hizo aquel día. Colocarse una nariz de payaso cuando gane una prueba. En China hubiera sido un puntazo.