lunes, 4 de agosto de 2008

Los cincuenta mil (04-08-2008)


La capital de Uzbekistan, parece dormir un sueño eterno del que no puede despertar al menos en julio. Las temperaturas en las ciudades más importantes del pais siempre superan los 40 C. Taschkent tiene grandes avenidas pero pocos coches. Algunas calles están hasta bien asfaltadas y parecen ideales para un criterium ciclista. El dia que llegué aqui lo hice con la buena intención de descansar. Pero Tanya, el ángel de la guarda que nos aloja aquí, no lo veía igual. Se tomó el dia libre para pedalear con nosotros por la capital. Mas de cuarenta kilometros, en una etapa de descanso mas propia del tour de Francia que de una vuelta al Mundo. Andie y Salva no se quejaban pero tampoco les agradaba el paseo.

Hemos llegado aqui los tres, en agrupado pelotón, tras unas jornadas de calor y más calor, interrumpidas por un poco de viento en contra el primer dia. Hemos tenido que hacer kilómetros de más porque la carretera estaba bruscamente cortada. La división de fronteras hace años, cuando la Rusia era una grande y poderosa, provocó que la carretera que conducía directamente desde Samarkanda hacia Taschkent fuera adjudicada en parte a Uzbekistán y en parte a Kazahastan. Como no teníamos visado de este último país, tuvimos que dar un gran rodeo para llegar a Taschkent.
Una ciudad con una sorprendente y gratuita piscina en mitad de sus calles. Una especie de lago en el que dejar los sudores. Alli la gente se banha, juega al ajedrez o simplemente bebe cerveza. Las mujeres no son muy numerosas. Las uzbekas son modelos naturales. Caminan por la calle con paso firme y al golpeo de sus tacones toda la calle se agita. Las farolas se doblan y los ciclistas babeamos. No es el mejor lugar para sentir hambre. El maquillaje ha borrado su sonrisa, pero sus caderas te tiran de la bici.
El viernes abrían de nuevo las Embajadas y, montados en nuestras burras metálicas, nos fuimos a la carga. Para llegar a la de Kyrgyzstan a las siete de la mañana tuvimos que levantarnos a las cinco y media en pie. Luego corriendo a la embajada china a pedir la visa. Con las reservas de avión y de hotel (diez dolares por siete noches), podemos pedir la visa. Ni mencionar que iremos en bici. La jugada consiste en hacer creer a los chinos que iremos en avión. De esa forma, y tras pagar 80 USD, a las cinco de la tarde conseguimos en el mismo día la visa para entrar en el gigante chino.
La visa de Kirguizistán lleva más tiempo. Pero por 55 USD tenemos asegurado un mes de montañas, lagos y yogurt. Si hubiéramos pagado 110 USD, el cónsul nos la hubiera dado el mismo día. Parece que la divisa americana puede acelerar mucho los trámites por estos lares. Pero no tenemos prisa excesiva. Asi que hemos aprovechado el fin de semana para ir con Tania y su amigo Sasa a las montañas. Un río se recrea en una curva de la bajada y forma una poza perfecta para el baño. A mil quinientos metros de altura se duerme, sin tienda, mil veces mejor que en Taschkent.
Los ansiados repuestos para Kogadonga han llegado, aunque la caja fue abierta en el aeropuerto de Moscú e hicieron desaparecer algo de su contenido. Hay magos por todos los lados. Pero el jueves espero volver a la ruta, en compañía de Andie (el austríaco) pues Salva ya quiere volar solo de nuevo. Nos veremos posiblemente en la India el año que viene. Ahora ya se que país será mi casa los próximos meses. A partir del 13 de agosto, aproximadamente, Kirguizistán (tan, tan , tiritritan tan, tan). Un mes más tarde la China. Y si conseguimos extender la visa tal vez podamos llegar al Tibet. De ahí, el mes de diciembre a Nepal, y según estén las montañas de nevadas y los caminos de cortados, hacia la India. Allí gracias a un contacto que hice en Nairobi (Kenya), confío poder desempolvar el clown que aunque esté callado desde Tiblisi (Georgia) sigue vivo y con ganas de levantar sonrisas.
Con tantos kilómetros estos últimos meses he completado la hermosa cifra de los CINCUENTA MIL KILÓMETROS. Para llegar a los cien mil habrán de pasar al menos otros tres años. Gracias a Toursa de Oviedo y a Bike-tech de Barcelona por haber colaborado en este último envío de repuestos que me permitan acercarme a esa cifra.
Desde la capital uzbeka, dia 1352, y 50.000 kms en bici, paz y bien, alvaro el biciclown.