sábado, 30 de agosto de 2008

Los 12 inesperados días de Bishkek (Kyrgigistan)

No tenía intención alguna de visitar la capital de Kyrgigistan. Con la nueva rueda mis problemas con Kogadonga parecían resueltos en Tashckent. Nadie podía imaginar que los supuestamente mejores radios del mercado fallarían a los quinientos kilómetros. Sentir la rotura de un radio debe ser algo así como que a Paco de Lucía se le rompa una cuerda de su guitarra en mitad de Entre dos Aguas.

Es un sonido metálico, brusco, tan violento como una bofetada de mujer a plena luz del día en un parque con fuentes y rosales. Es como si te arrancan una muela sin anestesia. Los radios son las arterias de la bici. Por ellos circula la energía que mando desde mis piernas a la cadena y hace avanzar la rueda. Mantienen a esta en su eje y a mi en ruta. Sin ellos la rueda ladea y yo acabo en Bishkek. Enviando un mail a mis amigos a la espera de nuevos radios. Si los de DHL leyeran un poco más mi web comprobarían que hace muchos años que abandoné Oviedo. No tiene mucho sentido enviarme repuestos a esa ciudad cuando estoy en Kyrgigistan. Aunque hubiera bastado un poco más de atención simplemente en la lectura del domicilio del destinatario. Un error que no se cuánto me costará. Me iré de Bishkek el lunes uno de septiembre con la incertidumbre de si la rueda aguantará hasta Osh. Los caminos son de los que normalmente parten parrillas y pedales y provocan desencaje de muñecas y aflojamiento de empastes. Confíemos en mi ángel de la guarda una vez más. Espero haya vuelto de la playa.
Pero el tiempo en Bishkek ha sido útil para otros menesteres. Dado el tiempo que debía aguardar el paquete que al final no ha llegado he optado por tramitar la visa de Pakistán y la de la India. En Pakistán he recibido la oferta del Jefe de Visados de la Embajada de visitarle en Islamabad. Le conocí cuando él era Canciller de la Embajada en Harare, Zimbabwe. Allí colaboró para que se organizara un Taller de clown y hasta contribuyó a titulo personal con mi proyecto. Ahora le visitaré en su nuevo destino al que él ha llegado en avión y yo llegaré en bicicleta..Aunque no ha sido fácil obtener el visado pues las Embajadas de Pakistán en el exterior acostumbran a pedir carta de invitación y las autoridades españolas que se dedican a la política exterior no quieren españoles en la zona. Afortunadamente, la Embajada de Pakistán en Bishkek obvia ese trámite y concede el visado en el día a ciclistas-payasos que hacen magia en la ventanilla de la entrada.
El visado de la India ha sido cosa de una semana y cuatro horas de espera en pasillo y butaca quemada con cigarrillo.
Pero la sorpresa agradable de estos doce días en la capital me la ha dado mi clown. Es lo que tiene eso de ser bipolar y biciclown. Si falla la bici queda el clown y viceversa. Tras una entrevista con los responsables de comunicación de UNICEF, decidieron apoyar mi causa y organizar mi espectáculo. Sólo había un dia y medio para hacerlo pero el esfuerzo de muchas personas valió la pena. Consiguieron el Teatro de la ciudad destinado a actividades infantiles para ofrecer el espectáculo. Involucraron al circo estable de la ciudad que aportó tres artistas para calentar el ambiente. Invitaron a los artistas de circo más importantes del país. El acceso al escenario, al acabar la representación, de un hombre de cerca de sesenta años que vino rápidamente a darme un beso y un abrazo me llenó de emoción. Pero más aún cuando supe que era el más famoso payaso de Kirguizistán que, micrófono en mano, alababa mi arte y mi profesionalidad. Una niña vestida con el traje nacional subió también a darme un ramo de flores (me sentía como la Caballé). Y lo más importante, por supuesto, es que el show fue presenciado por cerca de doscientos niños de tres orfanatos y centros especiales subvencionados por UNICEF.
Como les dije a los responsables de la organización en la reunión previa al show: no creo en UNICEF como no creo en la Cruz Roja o en muchas organizaciones. Creo en las personas que hay detrás. Y si ellas con capaz de hacer algo bueno eso es lo importante.
Al día siguiente los dos periódicos más importantes abrían y cerraban con fotos del show y recogían las líneas maestras de mi proyecto.
Me siento afortunado por haber sido capaz de hacer reír a niños y adultos y satisfecho por los resultados obtenidos. Los doce días en Bishkek no han sido para gloria de la bici pero si para dar moral al clown. Al fin y al cabo, ambos juegan en el mismo equipo.
Desde la ruta de la seda, día 1381, Paz y Bien, el biciclown.

P.D. Gracias a una generosa aportación de Mr. Imprevistos, mi teléfono satelital vuelve a funcionar en este país. Para contactar conmigo previamente avisar por mail, pues debo apuntar con la antena a Orión y no tengo por costumbre hacerlo.

martes, 26 de agosto de 2008

Gente en La Mayor (Kirguizistán 26-08-2008)


El treinta y uno de diciembre del pasado año me encontraba saliendo del abarrotado bazar de Damasco en Siria cuando una chica, pequeñita y de largos cabellos, se me acercó hablado una mezcla de lenguas que sólo los ciclistas que han estado muchos meses fuera de casa consiguen reproducir. Angelina estaba en ese momento sin la bicicleta. Llevaba tiempo viajando con su pareja, Stefano, de Lugano (Suiza). Angelina es francesa. A Stefano no le conocí ese día sino casi un año después, en Bishkek.

Toto es un peculiar tipo de Quebec. Viaja al menos seis meses al año, en bici, en canoa o a pie. Con su poblada barba y sus ojos brillantes y profundos resulta fácil confundirlo con un afgano. Eso le ha reportado muchas horas de espera en los aeropuertos y muchas inspecciones en las aduanas. Toto viaja ahora con su amigo Patrick y estarán ya disfrutando de las delicias culinarias de Bangkok y, como no, de sus calores húmedos. A ambos les he conocido durante mis largos días en Bishkek. Toto siempre que se levantaba cada mañanay, en vez del consabido Good Morning, nos brindaba a todos un UH UH¡¡¡, un grito de alegría y una sonrisa ante el nuevo día.
A Stephano, la pareja de Angelina, le conocí en Bishkek. Ambos aguardamos nuestros visados para la India. Stephano también tiene los ojos limpios y la mirada profunda. De esas que te llegan directamente al corazón. No cesa de insistirme en que convenza a Angelina para que vayan a pedalear a África. Llevan viajando muchos meses y ahora ambos están un poco indigestos de ruta y desean parar un poco. Refrescar los ojos para el viaje.
Afortunadamente para mí ese virus aún no me ha atacado y mis ojos siguen tan sedientos de montañas como el primer día.
Stephano y Toto son gente en La Mayor. Te regalan sonrisas y se comen sus problemas. Son personas tan positiva que mis días de espera en Bishkek, lentos como un antiguo tren de mercancías, han pasado rápidos como un cometa.
Debo extender mi visado kirguiz en Naryn y tratar de llegar a Kashgar a fines de septiembre. Todo es burocracia en estos países y las horas de espera tras la ventanilla me hacen crecer un poco más el pelo.
La espera en Bishkek se prolonga. Los repuestos para la rueda trasera, los radios enviados por Bike-tech, llegarán el jueves. El viernes recogeré el visado de la India. Seis meses¡¡¡¡. No los usaré todos, pero al menos podré descansar de burocracia por un tiempo. Ayer fue además un gran día. Conseguí el visado para Pakistán. Sólo hay un pequeño problema. El único paso entre China y Pakistán es el famoso Kunjerab pass.de más de cuatro mil metros de altura. Aunque tratan de mantenerlo abierto durante el mayor tiempo posible, las fuertes nevadas de la zona obligarán a cerrarlo en Noviembre, o tal vez en Octubre. Nadie lo sabe con certeza. Entro pues en una nueva contrarreloj individual. Debo reducir mis días en Kirguizistán para tratar de llegar a Kashgar (China) antes de que finalice septiembre. De ahí al Kunjerab pass me espera la renombrada Karakorum High way (KKH) así denominada no por el buen estado de su asfalto (es tierra en su mayoría) sino por la enorme altitud de sus pasos.
Y quien sabe, incluso pueda actuar aquí. Tras varios días aguardando la respuesta, por fin un responsable de UNICEF se ha puesto en contacto conmigo para tratar de organizar un show. No hay mucho tiempo para organizarlo. Apenas 24 h. A las 14h de Bishkek tengo una entrevista con la responsable local.
Mi ánimo se recobra cuando escucho a mis amigos al otro lado del teléfono. Tras la absoluta errónea información proporcionada por la compañía que comercializa Thuraya en España, Satlink, me había quedado con el terminal bloqueado. Cuidadín con las atractivas ofertas cuya letra es tan pequeña que no aparece en los mails. Mi amigo imprevistos (ya vais entendiendo el porqué del nombre) le ha insuflado un poco de crédito con lo que al menos poder estar un poco más comunicado. Su llamada y su promesa de visita en la India (con la Sole del brazo) me ha provocado un gran La Mayor.
Desde el país con más minifaldas por metro cuadrado de toda Asia Central, día .1.376 Paz y Bien, el biciclown.

jueves, 21 de agosto de 2008

Razones para la apatia (Kyrgigistan 21-08-2008)


Es más difícil encontrar Internet en Kyrgigistan que en muchos países de África. En general, es bastante difícil encontrar ciertos productos en este país. Como leche, aceite de oliva, pan fresco o sonrisas. Nadie sabe cuando fue la última vez que se vió a los kyrgyz sonreír. Dicen algunos, los más viejos, que coincidió con la época en que la URSS era un imperio: unido y no desmembrado. A diferencia de hoy en día que la URSS ataca a quienes no hace mucho eran sus hermanos: los georgianos. ¿Qué sentirán esos viejos hombres que habitan en humildes habitaciones de Tiblisi al ver a las tropas rusas recorrer la ciudad atacando a sus vecinos?. Posiblemente esos viejos hombres lucharon en la Segunda Guerra Mundial del lado ruso y ahora son atacados por los nietos de sus compañeros. Lo que ocurre estos días en Georgia es, entre otras cosas, una razón más para no perder un minuto en hacer las maletas y salir a recorrer el Mundo. Antes de que este sólo pueda ser contemplado en documentales o rememorado en enciclopedias.

Pero lo que es fácil encontrar en Kyrgigistan es vodka. Una botella de casi un litro menos de un euro. Los comercios son enormes para la escasa oferta de productos que contienen. Casi todos tienen lo mismo y carecen de lo mismo. Pero el vodka es el rey de las estanterías. Habitualmente encuentras quince marcas de vodka, cinco de cervezas y una de galletas.
Ni hablando un poco ruso consigue uno romper el silencio de los locales. No se puede decir que te miren indiferentes. Más bien con cierto desprecio, apatía?.., es como si les molestara que entraras en la tienda a preguntar cuánto cuesta un kilo de tomates. Sus ojos están secos, y su mirada difícilmente alcanza la tuya. Se queda colgada a mitad de camino y se precipita a tus pies. Sin llegar a ser hostiles con el turista son más bien como un chorro de agua fría en un buen caldo casero. No añade nada más bien al contrario agua las comidas privándoles de sabor.
Nunca imaginé que aquél accidente en Turquía, sin consecuencias para mí, iba a ser tan perjudicial para Kogadonga. A pesar de haberle cambiado la rueda y el portabultos en Taschkent gracias a los repuestos enviados por Bike-tech, sigo con dificultades. La causa parece ser que el cuadro quedó, un poco, doblado. Pero lo suficiente para que se resiente con los casi 85 kilos de peso. Mi moral anda contagiada del espíritu de este país, añorando aquéllos tiempos africanos en que no había sonidos extraños en mi bici y la sonrisa era el producto que más fácilmente se encontraba en los mercados a cambio de nada.
Mas a fuerza de empujar mi bici hasta los dos mil metros, a fuerza de pasar hambre, sed, a fuerza de apurar los límites de mi paciencia, voy avanzando metro a metro por este país con la certeza de que llegaran tiempos mejores. Asi voy rumbo a Bishkek, la capital, donde espero retocar un poco a Kogadonga y dejarla lista para enfrentarse a la subida a Issik Kul. El segundo lago más alto del mundo. Tras el Titicaca en Bolivia. Sus aguas claras permiten una visibilidad de cuarenta metros, y merced a su interior actividad termica, y a las aguas de lluvia que recibe sus aguas nunca se hielan a pesar de estar a tanta altura. Volveré a probar el Kumys (leche fermentada de vaca) y a compartir un espacio bajo las estrellas con los pastores que suben en verano al lago a disfrutar también de El Paraíso.
Avanzo, como diría Rosales, como la hormiga testaruda lleva su carga tronco arriba, con la prudencia de caballo de cartón en el baño. Como si llevara largo tiempo remontando un pedrero en el que doy tres pasos y desciendo dos.
Desde Bishkek, día 1372, Paz y Bien, álvaro neil el biciclown.
P.D Enhorabuena a Samuel Sánchez por su oro olímpico. Confío que siga en forma el día que yo regresa y se una al pelotón de amigos al igual que lo hizo el día de mi partida el diecinueve de noviembre de dos mil cuatro. Pero sigue debiéndome la promesa que me hizo aquel día. Colocarse una nariz de payaso cuando gane una prueba. En China hubiera sido un puntazo.

domingo, 10 de agosto de 2008

Tenemos los melones por los suelos (Uzbekistan 10-08-2008)


Un empujón, los últimos metros, una noche más y ya estoy saliendo de Uzekistan. Un país que, como los anteriores que he recorrido de la Antigua URSS, tiene la sonrisa perdida. Borrada por un futuro incierto y una amplia selección de Vodkas. No me asombran ya los supermercados con media superficie dedicada a bebidas alcohólicas. Ni tampoco las mujeres que venden en la puerta de sus casas refrescos o un cubo de tomates o de manzanas. Es la época

Y también de los melones y las sandías. Amontonados en pilas interminables al lado de un árbol que da sombra, parecen brotar ahí mismo, al lado de la carretera. Su dueño vive a su lado. Se ha llevado la cama junto a la montaña de melones y por el día los vende y por la noche los vela. Una buena pieza cuesta menos de un euro. Los uzbekos los aman con la misma pasión que el vodka y no hay día que no devoren uno. Tal vez encuentran más placer en llevar a la mesa una fruta tan grande que en el manjar en si mismo. Es como si hubieran conseguido un gran trofeo en el bazar de frutas y verduras. Caballo grande ande o no ande. Pero no solo los melones y las sandías están por los suelos. La economía los acompaña. Una profesora de alemán en una Universidad de una ciudad de tamaño medio del país, no gana más de cien dólares. El gas no cuesta casi, y el agua tampoco, pero la electricidad sí. Y si además el marido le da por empinar el codo, con cien dólares no llegan muy lejos. Tal vez al día veinte del mes, no mucho más.
Mientras recorro las carreteras, destrozadas, de este país con kilómetros y kilómetros de campos de algodón que comienzan a florecer, blanqueando el campo como si fueran gaviotas posadas en pequeñas ramas, pienso el motivo de porque este pueblo ha perdido la sonrisa. En África no había tampoco mucho dinero, ni mucho futuro, pero la gente era mucho más feliz y mucho más alegre. Mientras culmino el paso de 2.267 metros que me coloca en la frontera de Kyrgigistan, dejó de un lado la pregunta y me concentro en la ruta. A las cinco de la tarde la ruta se vuelve peligrosa, pues los conductores ya llevan encima tres o cuatro cervezas y alguna que otra botella de vodka. Se aprecia porque cada vez saludan más efusivamente ( y más cerca).
La temperatura sigue siendo muy elevada. Más de cuarenta y cinco grados a las dos de la tarde. Los canales que sirven para regar los campos de algodón, me sirven para lavarme, limpiar la ropa, adecentar la bici y hasta afeitarme. Por supuesto que el agua no tiene muy buen sabor, pero es mejor que el vodka. Aunque una mañana me sorprendí a mi mismo aceptando la invitación de mis compañeros de charca, y metiéndome un tazón de vodka en el cuerpo. La de cosas que hace uno cuando viaja, cuando convierte el mundo en su casa. No hay nada mejor que adoptar nuevas costumbres, cambiar de hábitos de tanto en tanto.
He tenido el placer de compartir unos días con Salva, un nómada granadino al que ya me he referido antes. Y también con Andie, el austríaco compañero del pedal de Sabine (la pequeña suiza que fue violentamente atropellada en Irán), con el que aún continúo. Hablando inglés me paso ahora pues los días. Respondiendo a la cansina pregunta de Akkuda: algo así como De dónde? En ruso. El pobre Andie tiene que repetir tres veces Austria, aunque ellos lo traducen como Australia.
Hoy hemos encontrado el porche de una casa abandonada para dormir. Ha sido llegar, colgar la ropa en la baranda y sentirnos en casa. Por si faltara un detalle he pegado algunas fotos mías en la pared de la casa. Los vecinos, al acercarse con un pan o un melón, y ver las fotos, no les cabía ninguna duda de que llevábamos viviendo allí muuuuucho tiempo. La luna empieza a crecer y las noches siguen siendo calurosas, pero cada vez menos. Los días se acortan al tiempo que el algodón inunda las ramas y los uzbekos buscan en el fondo de una taza de vodka la sonrisa que el comunismo les robó para siempre. Gracias a este pueblo que ha sido generoso conmigo y que Dios tenga en su gloria (pronto) a los estúpidos conductores de este país.
Día 1361, Paz y Bien, álvaro el biciclown (el aprendiz de cazador de instantes).
P.D El gran Salva me ha pasado un libro que no tengo menos que recomendar aquí. Cuaderno de Travesía, de Rafael Argullol. El inicio contiene un ensayo sobre el Verdadero Juicio Final que no tiene línea de desperdicio. Entendereis así el porqué de mi apelativo tras lo de biciclown.

lunes, 4 de agosto de 2008

Los cincuenta mil (04-08-2008)


La capital de Uzbekistan, parece dormir un sueño eterno del que no puede despertar al menos en julio. Las temperaturas en las ciudades más importantes del pais siempre superan los 40 C. Taschkent tiene grandes avenidas pero pocos coches. Algunas calles están hasta bien asfaltadas y parecen ideales para un criterium ciclista. El dia que llegué aqui lo hice con la buena intención de descansar. Pero Tanya, el ángel de la guarda que nos aloja aquí, no lo veía igual. Se tomó el dia libre para pedalear con nosotros por la capital. Mas de cuarenta kilometros, en una etapa de descanso mas propia del tour de Francia que de una vuelta al Mundo. Andie y Salva no se quejaban pero tampoco les agradaba el paseo.

Hemos llegado aqui los tres, en agrupado pelotón, tras unas jornadas de calor y más calor, interrumpidas por un poco de viento en contra el primer dia. Hemos tenido que hacer kilómetros de más porque la carretera estaba bruscamente cortada. La división de fronteras hace años, cuando la Rusia era una grande y poderosa, provocó que la carretera que conducía directamente desde Samarkanda hacia Taschkent fuera adjudicada en parte a Uzbekistán y en parte a Kazahastan. Como no teníamos visado de este último país, tuvimos que dar un gran rodeo para llegar a Taschkent.
Una ciudad con una sorprendente y gratuita piscina en mitad de sus calles. Una especie de lago en el que dejar los sudores. Alli la gente se banha, juega al ajedrez o simplemente bebe cerveza. Las mujeres no son muy numerosas. Las uzbekas son modelos naturales. Caminan por la calle con paso firme y al golpeo de sus tacones toda la calle se agita. Las farolas se doblan y los ciclistas babeamos. No es el mejor lugar para sentir hambre. El maquillaje ha borrado su sonrisa, pero sus caderas te tiran de la bici.
El viernes abrían de nuevo las Embajadas y, montados en nuestras burras metálicas, nos fuimos a la carga. Para llegar a la de Kyrgyzstan a las siete de la mañana tuvimos que levantarnos a las cinco y media en pie. Luego corriendo a la embajada china a pedir la visa. Con las reservas de avión y de hotel (diez dolares por siete noches), podemos pedir la visa. Ni mencionar que iremos en bici. La jugada consiste en hacer creer a los chinos que iremos en avión. De esa forma, y tras pagar 80 USD, a las cinco de la tarde conseguimos en el mismo día la visa para entrar en el gigante chino.
La visa de Kirguizistán lleva más tiempo. Pero por 55 USD tenemos asegurado un mes de montañas, lagos y yogurt. Si hubiéramos pagado 110 USD, el cónsul nos la hubiera dado el mismo día. Parece que la divisa americana puede acelerar mucho los trámites por estos lares. Pero no tenemos prisa excesiva. Asi que hemos aprovechado el fin de semana para ir con Tania y su amigo Sasa a las montañas. Un río se recrea en una curva de la bajada y forma una poza perfecta para el baño. A mil quinientos metros de altura se duerme, sin tienda, mil veces mejor que en Taschkent.
Los ansiados repuestos para Kogadonga han llegado, aunque la caja fue abierta en el aeropuerto de Moscú e hicieron desaparecer algo de su contenido. Hay magos por todos los lados. Pero el jueves espero volver a la ruta, en compañía de Andie (el austríaco) pues Salva ya quiere volar solo de nuevo. Nos veremos posiblemente en la India el año que viene. Ahora ya se que país será mi casa los próximos meses. A partir del 13 de agosto, aproximadamente, Kirguizistán (tan, tan , tiritritan tan, tan). Un mes más tarde la China. Y si conseguimos extender la visa tal vez podamos llegar al Tibet. De ahí, el mes de diciembre a Nepal, y según estén las montañas de nevadas y los caminos de cortados, hacia la India. Allí gracias a un contacto que hice en Nairobi (Kenya), confío poder desempolvar el clown que aunque esté callado desde Tiblisi (Georgia) sigue vivo y con ganas de levantar sonrisas.
Con tantos kilómetros estos últimos meses he completado la hermosa cifra de los CINCUENTA MIL KILÓMETROS. Para llegar a los cien mil habrán de pasar al menos otros tres años. Gracias a Toursa de Oviedo y a Bike-tech de Barcelona por haber colaborado en este último envío de repuestos que me permitan acercarme a esa cifra.
Desde la capital uzbeka, dia 1352, y 50.000 kms en bici, paz y bien, alvaro el biciclown.