jueves, 26 de junio de 2008

Un circo de solidaridad


Frances, Nuria y Pau, me han ayudado economicamente y con su ejemplo

Visita su web www.bicifamiliar.org

lunes, 23 de junio de 2008

NO OIL


Por cada kilómetro recorrido con una bicicleta contribuimos a evitar la emisión de 180 gramos de CO2 de un vehículo privado. NO OIL es un mensaje para lucir desde la bicicleta, porque hoy por hoy, pedalear es un verdadero acto revolucionario a favor de la Paz.

La Fundación Terra colabora con el proyecto Miles de Sonrisas alrededor del mundo (2004-2014) al matricular a Kogadonga con la pegatina NO OIL.
Matricula gratis la tuya!
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domingo, 22 de junio de 2008

Para no STANcarse (22-06-2008)

La última mañana en Teherán la pasé en un taxi tratando de encontrar la Embajada de Uzbekistán. Fueron dos horas a la búsqueda de un edificio, escondido en una calle sin salida, que terminaron con final exitoso. Mi primera visa de un Stan. Para aclarar la curiosidad de Cristina que pregunta en el foro, diré que los Stan son cinco países de la antigua Unión Soviética que se hallan en Asia Central. Por el orden que debo recorrerlos son: Turkmenistán, Uzbekistán, Tajikistan, Kiryiguistan y Kazahastan.

Para obtener la visa, además de saber callejear por Tehran, hay que precisar con exactitud el día que uno quiere entrar en esos países. Así que por primera vez en muchos años, mi vida tiene ahora un calendario al que debo ajustar mis pedaladas. Un error de cálculo puede hacer que me quede eSTANcado. Si China no abre sus fronteras a solitarios viajeros deberé retroceder o darme una vuelta por Rusia, Pero parece que tras el negocio de las olimpiadas, China volverá a conceder visados hacia octubre. En ese momento mi bicicleta girará hacia al sur para enfilar hacia el Tibet, Nepal y la India. Más o menos en diciembre llegaré al gigante indio.
Sin mucho que poder hacer en Tehran me he escapado a Isfahan. En el sur de Irán, esta ciudad enclavada en la ruta de la Seda, cuenta con una de las plazas más bonitas del mundo. Medio kilómetro de larga, que da entrada a la Jame Mosque. La mezquita más grande y misteriosa del mundo islámico. Pero no es la única. Isfahan posee varias mezquitas rematadas con cúpulas celulíticas y cubiertas de hermosos mosaicos con inscripciones en farsi: una escritura que en si misma es una pintura. Al anochecer las familias invaden el césped de la plaza con sus hornillos de gas, sus mantas, sus dulces y sus helados, para darse a la conversación. Helados de vainilla con azafrán o el Faludeh, una especie de granizado de limón con fideos. La luna asoma por una esquina de la plaza y se sienta al banquete de aromas. La luna es la única dama que muestra toda su figura en Irán. Aunque hay pretensiones del gobierno iraní para cubrir su hermoso cuerpo con un chador.
En Isfahan me reencontré de nuevo con Daisuke, el japonés que lleva diez años recorriendo el planeta en su caballo de acero y sobre el que escribí un artículo en Bike a Fondo. También volvía a ver a Salva, un granadino con el que recorreré muchos kilómetros de la ruta de la seda.
Shiraz esconde otra de las maravillas del mundo: la ciudad de los persas, Persepolis. Una ciudad que, al empezar a construirla Dario el Grande, ya sabía que no la terminaría. Su hijo lo haría. Era aquélla una época en donde lo importante era hacer bien las cosas, aunque llevasen tiempo. Porque esas piedras, esos trabajos sobre la roca, hablarían del esplendor de otras civilizaciones. Los precios de las entradas han sido reducidos últimamente y por medio dólar se puede contemplar esa maravilla. Hay muy poco turismo extranjero y los locales prefieren sacarme fotos a mí que a las milenarias columnas con inscripciones de otras épocas mucho más respetuosas con la naturaleza. Emperadores y reyes de todo el mundo visitaban al rey de los persas para honrarle con grandiosos obsequios: elefantes, jirafas, oro?.
En los mercados de Isfahan o Shiraz el regateo se filtra por los pequeños agujeros en el techo abiertos para dar luz pero no calor. Los ricos helados y los dulces únicos en el mundo ayudan enormemente a pasar las horas, hasta que al atardecer la calle se puebla de personas que parecían escondidas bajo tierra, como escarabajos. Los precios han subido mucho desde el último año y por un billete de veinte mil rials (casi tres dólares) no se puede comprar mucho. Pero aún es posible vivir con un par de dólares al día, comiendo no a la carta, y sin contar el alojamiento. Los hoteles baratos no abundan pues el turismo mochilero aún no ha abarrotado el país de Homeini.
El lunes vuelvo al ring de las visas. Lunes Turkmenistán, martes descanso, miércoles Tayikistán?., y así van pasando los días de junio: preparando el terreno para recorrer una de las zonas más abrumadoras del Planeta: la Pamir highway.

lunes, 16 de junio de 2008

Visas hunting (Irán 16-06-2008)

Un país con muchas montañas y muy pocos árboles. El viento generalmente sopla del Oeste, aunque en las colinas no se deja sentir apenas. Mis piernas están acostumbradas ya a empujar los ochenta y cinco kilos de la bici hacia arriba. Pero siempre hay que sufrir un poco más de la cuenta. No es fácil superar los 2.500 metros

Y en esta parte de Irán, las montañas son interminables. No acaba una y ya empieza otra. La mayoría de los camioneros me sobrepasan haciendo tocar la bocina, como si no fuera bastante suplicio su bocanada de humo. Salvo uno que se detuvo a darme agua y, como no, a sacarme una foto. Días más tarde cuando había llegado a Zanja y recorría sus oscuras calles a la caza de algo de comida, al pasar cerca de una tienda de reprografía, alguien me dijo Hello. Ni contesté, ni me giré, ni me paré. Ya estoy acostumbrado a que me saluden así en Irán: Hello mister, how are you, I am fine thank you. Ellos lo dicen todo. Pero él que me dijo Hello, vino a detenerme. Me puso el móvil delante y me enseñó una foto. Era yo con mi bici. Él era el camionero que me dio agua días atrás en la subida. Acabamos la noche cenando en un restaurante en donde me invitó. En Irán es mejor salir a la calle sin muchos planes.
Como el día que llegué a Qazvin tras más de ciento ochenta y cinco kilómetros en bici. El terreno era llano y el viento me acariciaba la espalda. No digo que fue fácil porque fueron siete horas y media pedaleando, pero llegué entero a la ciudad. Esta vez a la búsqueda del hotel un chico se detuvo a ayudarme con su coche. Pero al enterarse de mis pretensiones de encontrar hotel por tres euros, acabó por llevarme a su casa. Primero telefoneó para que las hermanas y la madre desaparecieran de la escena. La mujer vive en Irán de tapado. Nos dejaron un plato de fruta en el alfombradísimo salón, bastante rococó, y tras la ducha mi amigo me llevó a cenar. Pero de camino en el coche me contó un secreto mortal. Soy adicto a la heroína. No podía creer que la pudiera conseguir en Irán, pero por lo visto viene a toneladas de Afganistán. Antes de ir a cenar fuimos a comprar su dosis diaria, pues estaba sufriendo una crisis. Le acompañé a una habitación oscura a las afueras donde, en la penumbra, un amigo también adicto le aguardaba para juntos meterse la heroína.
Que disfrutes, le dije sin saber muy bien cómo reaccionar.
No, amigo mío, me dijo, estoy sufriendo y esta es mi medicina. Es como el período.
Con veintiocho años mi nuevo amigo tenía los días contados. Al salir tuvimos que tomar un taxi para recorrer varias calles. Él conocía al taxista. Su hermano también era adicto. No puedo decir que haya muchos adictos en Irán, pero seguro más de los que reconoce el Gobierno. También el alcohol se puede encontrar fácilmente e imagino el sexo. Un país con tantas restricciones para los jóvenes es una bomba de relojería. No se pude ir contra la naturaleza.
Tras varios días subiendo montañas, por fin enfilaba el descenso. Pero Kogadonga de nuevo sería protagonista. Un tornillo que sujeta el portabultos se partió y tuve que hacer los últimos veinticinco kilómetros en coche. En el taller tardaron casi dos horas en sacar el tornillo roto que había quedado dentro del cuadro. Hay días que no terminan nunca.
Por fin tras otros ciento cincuenta y siete kilómetros entré en Teherán. Suerte para mí que era viernes y por lo tanto festivo. Las calles estaban casi vacías. Si el Cairo me parecía peligroso, no lo juzgo así, tras cruzar un par de calles en Teherán. Aquí los coches no frenan lo más mínimo si quieres cruzar. Es verdaderamente arriesgado ir al otro lado de la calle.
Ahora me paso los días en la ciudad, pero sin bici. Las Embajadas de los países que debo cruzar: los famosos Stan, están bien lejos. Abren solo un par de horas cada día y no facilitan las cosas. La visa de Uzbekistán tardarán tres días en darla. Una vez obtenida podré pedir la de Turkmenistán, que demoran una semana o diez días. Pero mientras puedo ir pidiendo la de Tajikistan, que SOLO son dos semanas de espera. La de Kirzigistan la pediré en Dushanbe, capital de Tajikistan, y la de Kazahastan en Bishkek, capital de Kirzigistan. Y así, con más paciencia que un contador de hormigas, voy preparando mi futuro. Es la caza de visados.
Sobre los espectáculos no parece que la situación sea favorable. Los de ACNUR no han conseguido los permisos oportunos para actuar ante los refugiados afganos. La Embajada de España en Teherán ha hecho lo posible y gracias a algunos de sus miembros del cuerpo diplomático y empleados, las cosas pueden ser un poco más fáciles en Irán.
Pero sobre todo gracias a la familia que me aloja. Es curioso ver a la mujer, vestida normal en casa, y taparse como si fuera a un funeral, cuando sale a la calle. A las mujeres en Iran no se les puede ver el cabello. La ciudad está plagada de esos vampiros o berenjenas, que se mueren de un calor religioso insoportable.
Como Teherán. Una capital con un tráfico inhumano, con una polución que no deja ver el cielo azul y con un ritmo que nadie entiende pero que todo el mundo tararea.
Me escaparé unos días a Isfahan y a Persépolis mientras las embajadas van pensándose si darme las visas o no, y a la vuelta os contaré maravillas de esos lugares.
Día 1306, Paz y bien, el biciclown.

miércoles, 11 de junio de 2008

M-iran (Irán 11-06-2008) // Scroll down English Version

Y no solo eso sino que no frenan para adelantarte pero si para ponerte a tu lado y sacarte una foto con su móvil. Da igual que estés sufriendo como un perro en una subida con más de 35ºC. Para ellos eres un turista. ¿Eres turista?, me preguntan. No puedo explicarles que no. Que un turista viaja para llegar y yo sin embargo ya he llegado. Conozco mi destino final pero no las etapas que me separan del mismo ni los pasos que daré. No viajo, me desplazo por el camino. Un país u otro me da igual. Todos son interesantes pues todos son nuevos. Pero no trato de llegar, porque es inútil, como esos chistes que solo hacen gracia a quien los cuenta. Pretendo volver al punto de partida que dejé un diecinueve de noviembre de dos mil cuatro, pero ya no seré el mismo. Porque quien ha visto ciertos atardeceres, quien ha sufrido subiendo determinados puertos y quien ha besado a algunas mujeres, ya no puede ser el mismo. Ha visto la belleza tan de cerca que sus ojos se han incendiado.

//Not only that, they don´t brake to overtake, they stop to take a picture with their handy. No matter if you are suffering to cycle up the 35 degree slope. You are just another tourist, they think. I am not. A tourist travels to reach destination, I have already reached mine. I don´t care the country I am in. My intention is to go back to my starting point one day, but I won?t be the same person. You cannot be the same after having seen so many sunsets, having kissed so many different women... having seen beauty so close passing by


Como por ejemplo cuando ha entrado en una vieja tienda de campaña cerca de la carretera y encuentra en su interior a un abuelo y a su nieto embotando miel. Duermen allí hasta que agoten la mercancía. El abuelo enseña al nieto a cuidar de las abejas, a lavarse en el río, a hacer un fuego? Esa temporada con el abuelo el nieto no la olvidará nunca.
Yo tampoco olvidaré el anochecer en Kandovan. Acampado al otro lado del pueblo, tras salvar una subida llena de piedras y arena, observo como las luces de las casas-chimeneas de piedra se van encendiendo. Una luz cálida que dota de una dosis extra de magia a un lugar de por sí encantador. A más de 2.200 metros de altura la noche es clara y fría y las luces anaranjadas parecen pequeñas fogatas dentro de las casas.
La tarde que llegué, los coches inundaban de combustible el aire, en un monumental atasco. A nadie se le ha ocurrido hacer un parking a las afueras. Esta semana pasada era una gran fiesta en Irán, conmemorando el fallecimiento de Homeini y los iraníes han corrido a practicar su deporte favorito: merendola al lado de la carretera. Al terminar, recoger la manta, el termo del té, y dejar la basura. Casi mejor que la dejen a que hagan como un elemento que detuvo su coche en la carretera, en mitad de un puente sin arcén, y se bajó a tirar meticulosamente la bolsa de basura al cauce seco del río que, cuando crezca, llevará su montón de mierda al lugar donde posiblemente estaba merendando. Los códigos de conducta en cuanto a la limpieza de los iraníes son inexistentes o se basan simplemente en tirar lo que tienen en sus manos al suelo. En el país hay pocos árboles y el viento corre a sus anchas llevando esa basura de un lado al otro. A un joven que tiró un papel delante de mí, se lo di levantándolo del suelo para que lo tirara a la papelera. Lo volvió a arrojar al suelo.
En esta festividad religiosa las calles se han llenado de banderas negras y de la imagen de Homeini. Pero la gente está muy descontenta con el gobierno que no consigue detener una inflación anual del treinta por ciento. La represión de cualquier síntoma de apertura es sistemática. A mi amigo X, el de la coleta, cuyo nombre no cito para evitarle problemas, le han apaleado varias veces. La policía quiere que se corte el pelo. Desde hace tres años no sale de casa sino acompañado de su padre. Según el Islam más antiguo, las mujeres deben ir cubiertas y sólo se les puede ver un ojo. Pero incluso ese ojo me lo ocultan cuando me las cruzo por la calle. Envueltas en esas telas negras deben asfixiarse. A lo mejor son bonitas, pero aun no he visto una sola.
Para un cicloviajero la vida en Irán no es cara. El pan generalmente me lo regalan en las panaderías, que lo elaboran al momento. En los Internet no me cobran, aunque no se si es por cortesía o porque les da vergüenza dada las lentas conexiones. Si bien ya he aprendido a insistir y, curiosamente, a la segunda vez que les insisten aceptan el dinero. Es como un juego con final feliz ( para el tendero).
Abandoné la ruta principal y me adentré en unas montañas que no se apiadan del ciclista. Más de tres veces por encima de dos mil quinientos metros, con puertos que suben y bajan a la vez, que agotan primero mentalmente y luego fisicamente. Pero plantar la tienda en ese lugar y contemplar las estrellas reconforta y da fuerzas para el dia siguiente. Aunque haya días duros y terribles como el de hoy, en donde el destino te deja de lado y te pone a prueba. Una vez más he salido airoso, pero ahora estoy sin comer y son las seis de la tarde y no se si escribo esto o me estoy durmiendo.
Voy a descansar y tratar de llegar a Teheran para el dia14 y entonces os contaré la de hoy.
Día 1301, paz y bien, el biciclown.

Like when I went into an old tent close to the road to find a grandfather with his grandson inside. They sleep there till they finish off their honey pot. The grandfather teaches his grandson to look after the bees, to wash in the river, to make a fire.
I will never forget the sunsetting in Kandovan. My tent on the other side of the village, observing the lights of the houses lighting up. A warm light giving an extra dosis of magic. At more than 2200 m of height, the night is clear and cold.
The day I arrived, the cars were flooding the air with their pollutants, a huge traffic jam. Nobody has had the brill idea of building a parking plot outside the city. Last week there was a bank holiday because of the anniversary of Homeini?s death: tea time by the road. I saw a guy getting off the car and dropping a rubbish bag into the river, incredible!.People in Iran have no behavioural codes whatsoever. Another threw away a paper, I picked it up from the floor and gave it back to him, he threw it again, bins are useless here.
Streets are full of black flags with Homeini picture on them. People are not that happy with the government, annual inflation rate at 30%.My friend X, I do not give his name to avoid him problems, has been hit many times. The police want him to have his hair cut. Women should wear a scarf and let only one eye be seen, but even that eye is hidden. They are covered in black clothes. Perhaps they are pretty, but I have not seen any yet.
Life of a bike traveller in Iran is cheap. Bread is given away at the bakeries, they do not charge for the use of internet at internet cafes. Although I insist and they end up accepting some money (for the shop owner).
I left the main route and headed towards the mountains. More than three times above 2500 m high. Up and down non stop. But putting up the tent up here and observing the stars is undescriptable. Even if there are hard days, like today, once again I have reached my target, good enough. It is already 6 pm and I am starving, I am falling asleep.
I will try to reach Teheran by the 14th June.
Day 1301, Peace and Well Being, the biciclown.

miércoles, 4 de junio de 2008

Ya me lo habian dicho ( Irán 04-06-2008)

Pasado el susto, no pequeño, del maldito Pasaporte me dispuse a disfrutar de Irán. Un país donde más que en ningún otro es mejor no tener muchos planes fijos. Dejarse llevar por los acontecimientos. Uno de ellos me aguardaba en Germi. Paré en la primera tienda con posibilidades de tener Internet. Pregunté si podía usarlo y me dijeron que sí. Aunque no se si se dedicaban a eso o a vender libros, pues era una librería. Lo cierto es que no pusieron problemas.

Terminada la revisión del correo electrónico, y ante la imposibilidad de responder a todos dada la lenta conexión, decidí seguir pedaleando. La ruta atravesaba pastos de verdes que pocos pintores conseguirían en su paleta. La tierra está labrada a destiempo, y cuando unas hectáreas ya están dando trigo otras están siendo sembradas. El paisaje relaja el espíritu. Pero el dueño de la tienda me invitó a almorzar. El restaurante ofrecía carne de primero y de segundo. Igual que en Etiopía, aquí cuando se habla de carne sobran hasta los cubiertos y casi el pan. Nasser tiene veintiséis años y regenta esta modesta librería. Al terminar el almuerzo me preguntó si podía quedarme ese día en su casa. Aunque sólo llevaba cincuenta kilómetros, su forma de invitarme me pareció tan sencilla y directa como las margaritas. Así que me quedé. En la pequeña aldea en la que vivía nunca había caido un turista. Los niños venían a la casa solo a verme pero no traspasaban la puerta de la habitación. Tenían miedo. Las mujeres por supuesto desaparecieron. Los sexos están en estos países musulmanes tan separados como los omoplatos. No dejaba de venir gente a la casa, y a las once y media de la noche yo no sabía de que postura bostezar para que me dejaran dormir. (video en youtube) A la tarde había hecho un poco de magia, malabares y clown para los chicos del barrio, pero cortaron la diversión porque aquello no les cuadraba en sus esquemas islamistas. Ya me pasó en el barco que me llevaba de Nuweiba a Aqaba en Jordania. La magia con humor y el corán son como el agua y el cuero. Se llevan fatal.
Los planes de cien kilómetros por día se veían frustrados una y otra vez en Irán por causa de la hospitalidad. Ya me habían dicho que lo difícil de Irán era conseguir la visa y que el resto era disfrutar. Cuando entré en Meshgini casi oscurecía. El hotel, único, cobraba 20 euros por la habitación. Me fui cerca del mercado a buscar algo más económico pero no había. Condenado a pedalear de noche para salir del pueblo y acampar fuera, el dueño del Internet me dio la solución. Hoy duermes en mi casa- me dijo. Pero primero me llevó a cenar (carne por supuesto) con su amigo y a tomar un helado.
Las casas en Irán no suelen tener camas, la gente duerme sobre el colchón que se coloca directamente sobre las alfombras que cubren todas las estancias. Al día siguiente recogen el colchón y a trabajar. En mi caso a pedalear. Pero tampoco ese día serían 100 kms. La cubierta trasera, tras diez mil kilómetros, perdía aire. Uno de los terribles cristales que pisé en Georgia había rajado profundamente la cubierta. Eso es la parte buena de que en Irán no haya alcohol. Hay menos cristales rotos en la ruta. Aunque tambien se puede conseguir alcohol como pude comprobar en Meshing. Mi mentor, que a sus 43 aún vivía con su madre, lo tenía escondido detrás del sofa.
Cambié la cubierta por la de repuesto y de nuevo en ruta. En una curva del camino un fila de ciclistas venía en dirección contraria. Nada menos que cinco. Acababan de pasar Ahar en cuya ciudad un hombre les invito a su casa a ducharse y a comer. A ese hombre me lo encontre yo tambien cuando llegue a Ahar y tambien me invito a su casa. Pero no pude aceptar su invitacion porque antes me habia invitado Ali. Un joven estudiante de ingenieria en Teheran que ayuda en su ciudad natal a su hermano en el supermercado. Ali me llevo a comer, me regalo comida..., y no hizo mas porque no le deje. Ya me voy acostumbrando a Iran. Si intentas pagar al principio dicen que no, pero si insistes un poco lo consigues.
Desde Tabriz, cansado y azotado por el sol y el viento, pero contento de que mi camino no se detenga por las espinas, Paz y Bien, alvaro el biciclown